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Salomé Ureña de Henríquez

Salomé Ureña contrajo matrimonio con el escritor Francisco Henríquez y Carvajal (más tarde presidente de la República Dominicana) con quien procreó cuatro hijos: Francisco, Pedro, Max y Camila Henríquez Ureña. Su segundo hijo, Pedro, llegaría a ser una de las lumbreras humanísticas más destacadas de la América Hispana en el siglo XX. Al final de su vida se dedicó por completo a la tarea de mejorar la educación de las mujeres, creando en 1881 junto a su esposo, la primera academia femenina del país: El Instituto de Señoritas, en el cual se formaron las primeras Maestras Normales de nuestro país, el cual operó bajo su dirección hasta el 1893, cuando fue cerrado por el estado de salud de Salomé Ureña y reabre sus puertas en 1896, bajo la dirección de las las hermanas Luisa Ozema y Eva Pellerano; en 1897 cambia su nombre por Instituto de Señoritas Salomé Ureña.

Comenzó a escribir versos a los quince años de edad, publicando posteriormente sus primeras obras a la edad de diecisiete años, con una huella característica de espontaneidad y ternura. En 1867 publicó sus primeros poemas bajo el seudónimo de “Herminia” (nombre que usó hasta 1874), todos con un alto contenido patriótico. Luego en la primera antología poética dominicana Lira de Quisqueya (1874), se publican diez de sus composiciones. Su libro más celebrado es Poesías, en el que recopilan las composiciones líricas La llegada del invierno, Melancolías, Padre mío, A mi hijo (dedicado a Pedro Henríquez Ureña) y Páginas íntimas; de corte patriótico La fe en el porvenir y La gloria del progreso. Otros poemas de alto sentido patriótico de Salomé Ureña son A mi Patria, Ruina y Sombra (en el que manifestaba su desencanto ante la situación sociopolítica dominicana). Otros poemas de corte intimista y familiar son En horas de angustias, En el nacimiento de mi primogénito, Tristezas, Quejas, Vespertinas, Mi Pedro (dedicado a su hijo Pedro Henríquez Ureña), Un gemido y Una lágrima, entre otros. No puedo dejar de mencionar su ternura manifiesta en el poema El Ave y el Nido, que tanto se lee en nuestras escuelas.

Junto a José Joaquín Pérez y Gastón Fernando Deligne, son las figuras más prominentes de su generación. En 1877 recibió una medalla de la Sociedad Literaria Amigos del País, institución cultural que patrocinó, en 1880, la publicación de su obra Poesías. Todavía se le considera como la figura central de la poesía lírica dominicana de mediados del siglo XIX y también innovadora de la educación femenina en nuestro país. Para muchos, es considerada como la figura central de la lírica dominicana del siglo XIX.

La escritora y activista político Virtudes Álvarez considera que con ella tenemos una deuda histórica el movimiento revolucionario, el de mujeres y la intelectualidad progresista por no reivindicarla lo suficiente, tanto como lo merece; porque fue Patriota, así con mayúscula; porque en su momento junto a otros intelectuales de compromiso representó el pensamiento político progresista; porque en la segunda mitad del siglo XIX fue la voz más alta de la mujer y la dignidad del pueblo dominicano y es de preguntarnos si no lo fue desde el inicio de la colonia hasta su momento.

La escritora Ligia Minaya pregonaba que los poemas de Salomé Ureña son un ejemplo del amor patriótico que todos, en especial los estudiantes, deben tener como recuerdo fervoroso a lo que ahora es nuestra patria. Ella, además de poeta, era muy sensible y lloraba sin motivos aparentes, por todo lo que le pudiera dar un dolor emocional y que también era muy afectuosa con sus familiares… nunca salió del país.

La poeta y política Sherezada Vicioso (Chiqui) nos recuerda que Salomé Ureña como mujer fue un personaje ejemplar, entregada a su esposo e hijos. Se casó a los 30 años de edad, con un hombre nueve años menor que ella, Francisco Henríquez y Carvajal, quien ganó mucha notoriedad porque llegó a ser presidente de la República durante la primera intervención norteamericana.

Finalmente, el escritor y expresidente de la república Joaquín Balaguer, estimaba que la afición a las letras de Salomé Ureña, dominante en ella desde la niñez, no le impidió cultivar en otros aspectos su inteligencia y adquirir una sólida cultura científica que le permitió encabezar como maestra, a partir de 1881, el movimiento a favor de la emancipación intelectual de la mujer dominicana.

Concluyo esta entrega de TRAYECTORIAS LITERARIAS DOMINICANAS con un poema de Salomé Ureña:

Mi Pedro

Mi Pedro no es soldado; no ambiciona
de César ni Alejandro los laureles;
si a sus sienes aguarda una corona,
la hallará del estudio en los vergeles.

¡Si lo vierais jugar! Tienen sus juegos
algo de serio que a pesar inclina.
Nunca la guerra le inspiró sus juegos:
la fuerza del progreso lo domina.

Hijo del siglo, para el bien creado,
la fiebre de la vida lo sacude;
busca la luz, como el insecto alado,
y en sus fulgores a inundarse acude.

Amante de la Patria, y entusiasta,
el escudo conoce, en él se huelga,
y de una caña, que transforma en asta,
el cruzado pendón trémulo cuelga.

Así es mi Pedro, generoso y bueno,
todo lo grande le merece culto;
entre el ruido del mundo irá sereno,
que lleva de virtud germen oculto.

Cuando sacude su infantil cabeza
el pensamiento que le infunde brío,
estalla en bendiciones mi terneza
y digo al porvenir: ¡Te lo confío!

Por Ramón Saba